En los picos nevados del Pico Ocejón un grupo de Ogros pasaba sus días como era costumbre: peleando sin razón aparente, rompiendo cosas solo por diversión y comiendo todo lo que encontraban (o lo que sus compañeros dejaban desprotegido por más de tres segundos). Entre ellos, el Ogro con la sabiduría de una piedra y el liderazgo de un cubo roto era conocido como Don Ciprianio.
Don Ciprianio no era más listo que el resto de los Ogros. De hecho, muchos decían que la razón por la que era líder era simplemente porque nadie más se molestaba en llevar las cuentas de cuántos bocados correspondían a cada uno. Pero ese día cambió todo cuando encontró, por pura casualidad, un viejo pergamino que un goblin había dejado olvidado en las cercanías de su cueva.
El pergamino, decorado con dibujos de balones, armaduras y una jarra de cerveza (que fue lo único que realmente captó su atención), anunciaba la apertura de la GuadaLeague 2, un torneo de Blood Bowl que se llevaría a cabo en Guadalajara. La competición prometía premios grandotes y festines para los campeones, justo lo que a un Ogro le resultaría imposible resistir.
Don Ciprianio no entendió gran parte del texto, pero las palabras “¡Premios grandotes!” y “¡Comida a montones para los campeones!” quedaron grabadas en su minúsculo cerebro. Con los ojos brillando de entusiasmo y el estómago rugiendo de anticipación, reunió a los Ogros y les explicó, a su manera, su plan maestro:
“¡Nos metemos en esta liga, pegamos fuerte, aplastamos a todos y luego…!” —Don Ciprianio se detuvo para respirar profundamente— “¡Comemos como nunca hemos comido antes!”
Los Ogros, sin tener ni idea de qué era un “Blood Bowl” o qué significaba realmente “liga”, levantaron los puños al aire con entusiasmo. Fue entonces cuando, entre los resoplidos y gritos de aprobación, se escuchó un chillido agudo que provenía de los rincones oscuros del campamento: Elba Surero, Álex Cremento y toda una horda de Gnoblars insignificantes, pero con una malicia que superaba con creces su tamaño.
Los Gnoblars, criaturas pequeñas, astutas y oportunistas, estaban acostumbrados a vivir a la sombra de los Ogros, limpiando las sobras de sus festines y huyendo de sus ocasionales pisotones. Pero cuando se enteraron de que sus enormes y torpes amos participarían en algo que implicaba aplastar y ganar recompensas, vieron la oportunidad perfecta para colarse en el equipo y, quién sabe, conseguir algo más que un hueso roído.
— “¡Nosotros también queremos jugar!” —gritó Elba Surero, trepando por la pierna de Don Ciprianio para hacerse notar.
— “Sí, sí… ¡Tenemos ideas!” —añadió Álex Cremento, frotándose las manos sucias y mirando a los otros Gnoblars con complicidad— “¿Verdad, chicos?”
Los demás Gnoblars —entre ellos Fermín Galarga, Dolores Delano y Rubén Fermizo— asintieron con entusiasmo, saltando y corriendo por todo el campamento. Aunque los Ogros no los tomaban muy en serio (y en realidad nadie sabía cómo habían logrado sobrevivir tantos años sin ser devorados), Don Ciprianio pensó que, en una liga donde el tamaño y la fuerza eran importantes, tener a estos pequeños saboteadores pululando por el campo podría ser útil. Después de todo, ¿quién se fijaría en unas criaturas tan insignificantes?
Así, la docena de Gnoblars se convirtió en parte oficial de los Zoquetes Mortíferos, cada uno con su propia especialidad. Durante las sesiones de práctica, se les podía ver correteando entre las piernas de los Ogros, lanzando pequeñas piedras, gritándole insultos a jugadores invisibles y, por supuesto, asegurándose de que cualquier adversario que cayera al suelo recibiera un pisotón “accidental” antes de levantarse.
Con su presencia, los Gnoblars añadían un elemento de caos al equipo: mientras los Ogros se concentraban en aplastar todo lo que se movía, los Gnoblars se dedicaban a tareas más “técnicas” como distraer a los árbitros, provocar confusiones entre los rivales y colarse en los banquillos para robar las jugosas piernas de cerdo que llevaban los otros equipos. La estrategia oficial de los Zoquetes Mortíferos se podía resumir en dos palabras: “aplastar” y “estorbar”.
Cuando la GuadaLeague 2 comience en Guadalajara, nadie sabe cómo les irá en los partidos. Pero una cosa es segura: entre la fuerza bruta de los Ogros y la pura maldad de los Gnoblars, los Zoquetes Mortíferos llegarán al campo con una mezcla desastrosa de empuje, estupidez y sabotaje. ¿Saldrán victoriosos? ¿Acabarán destrozando más el campo que a sus rivales? Sólo el tiempo dirá… pero, para Don Ciprianio y su pandilla, lo importante sigue siendo que, al final del torneo, haya comida grandote (o al menos algunos restos para repartir).
Y mientras tanto, los Gnoblars se relamen, listos para causar más problemas de los que cualquier árbitro pueda imaginar. ¡Los Zoquetes Mortíferos están aquí, y piensan convertir cada partido en un verdadero desastre!
Este equipo se ha ofrecido para una serie de artículos en los que iremos repasando a los diferentes participantes de la liga, si quieres ver el tuyo por aquí no dudes en mandárnoslo 😉.